Pero, después de meses de observar más allá de su hermosura, es tiempo de que alguien lo diga: una de las experiencias más aleccionadoras en tiempos de crisis económica mundial es mirar, por la tarde, el programa de chimentos de Viviana Canosa. No se trata de perderse entre sus largas piernas ni de pensar en los dibujitos que podrían hacerse sobre la piel palidísima ni de, incluso, admirar secretamente a sus panelistas. No. Viviana Canosa es la metáfora concreta de los rumores y operaciones que lanzan los líderes de los mercados cuando ven que el mundo de beneficios y explotación que ostentaban desaparece en trizas bajo sus pies. Y no pueden hacer nada. Por ejemplo, Viviana dice: “Ricardo Fort” y aparece ese engendro y su troupe payasesca y la señora que mira en casa se sorprende un rato de la vulgaridad ramplona a la que ha llegado la televisión. Y se distrae. En paralelo, los empresarios en Davos dicen: “Plan de rescate a Grecia” y los pobres griegos ven cómo intentan arruinarles la vida con recortes de salario, jubilaciones, ajustes y otras yerbas. Y los intentan distraer. El punto de unión está en Viviana. Sí. La señora en casa se distrae, pero no puede dejar de admirar esa roja cabellera. Rojísima. Los griegos esperan las medidas de ajuste preparados para combatir y blanden al viento banderas rojas. Rojísimas. Esa es la conclusión. Tanto las tardes del canal nueve como la lucha obrera en Grecia conduce a un mismo destino. Uno rojo, fulgurante, rojísimo. Uno solo. El socialismo.
Escrito por el rulo de judas.